BUEN DÍA, ARGENTINA
Un clásico tango nos enseñó que “primero hay que saber sufrir”. Y quién mejor que los argentinos para cumplir con ese mandato.
Un clásico tango nos enseñó que “primero hay que saber sufrir”. Y quién mejor que los argentinos para cumplir con ese mandato.
A la vera de nuestro Río Paraná, Diego Armando Maradona tomó unos whiskies. Hace más de 25 años, manejaba por la “costanera vieja” de San Nicolás en su Porsche color lila, tan particular como Diego mismo. En compañía de Ricardo Darín y su pareja, la nicoleña Florencia Bas, el Diez llegaba al departamento del actor. En aquel momento se encontraba transitando su carrera deportiva en Newell’s; tras militar en las filas del Sevilla y marcar un antes y un después en la historia del Napoli.
Villero, pobre y autodestructivo. Culpable de haber nacido talentoso en el medio del barro de Villa Fiorito. Con la panza vacía y el corazón lleno de gol, Diego Armando Maradona fue una carnada diseñada a gusto del sistema capitalista. “Diego fue el primer producto de la globalización”, según Fernando Signorini, su preparador físico y amigo. La luz de sus 60 años llegó al ocaso y dejó una tristeza colectiva difícil de gambetear.
El deporte configura uno de los grandes estandartes históricos de inclusión social y bienestar físico-mental para el desarrollo de las comunidades, a lo largo y ancho del planeta. Los debates en torno a este espacio son tan múltiples como los tópicos que atraviesan la vida en sociedad y las luchas que en ella se levantan. La comunidad trans argentina enfrenta un momento crucial y busca el cese de la discriminación en todos los ámbitos, incluyendo el deportivo.
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