A la vera de nuestro Río Paraná, Diego Armando Maradona tomó unos whiskies. Hace más de 25 años, manejaba por la “costanera vieja” de San Nicolás en su Porsche color lila, tan particular como Diego mismo. En compañía de Ricardo Darín y su pareja, la nicoleña Florencia Bas, el Diez llegaba al departamento del actor. En aquel momento se encontraba transitando su carrera deportiva en Newell’s; tras militar en las filas del Sevilla y marcar un antes y un después en la historia del Napoli.
La noticia sobre la llegada del dueño de “la mano de Dios” se multiplicó a gran escala pese a que no era una época de redes sociales ni celulares en abundancia. En cuestión de minutos, en la calle se reunieron alrededor de 3.000 personas; de las cuales 150 se llevaron el privilegio de una camiseta firmada por el astro de Villa Fiorito.
Gerardo “Lali” Carnevale evocó el emotivo recuerdo de Maikel Arcovito, uno de los protagonistas de la historia que lamentablemente falleció de manera reciente. El artesano había sido convocado para estar en el departamento lindero, aguardando a que pudieran llevar a Maradona hasta ahí, donde aguardaban algunos amigos nicoleños. Pero Maikel no pudo esperar. Mientras hablaban con el jugador, vieron cómo se asomaba de sorpresa y le decía: “Diego, vos para mí sos Dios. Mi papá fue utilero, ya no está más y quiero darte esta gorra”. El Diez, fiel a su estilo, le correspondió con el clásico saludo de “pico” que solía ofrecer. Pero a los minutos, y en medio de la euforia, al asomarse al balcón ante la arenga de la gente que se acercó al lugar, Maradona arrojó la gorra a los hinchas. ¿Quién la recibió abajo? El mismísimo Maikel.
Eduardo Kolberg, otro de los presentes en aquella especial velada, contó que Diego bromeó con él, a sabiendas de su apodo “Perón”. Años antes, Darín había mediado para que Maradona le enviara una servilleta firmada como regalo de cumpleaños y le había llamado la atención el sobrenombre. Al verlo en el sillón -y sin saber que estaba en San Nicolás- Eduardo quedó mudo ante él. El Diez le dijo “¿Que, Perón, no me vas a saludar?”.
A medida que transcurrían los minutos, el nicoleño pudo salir un poco de la parálisis que significó su presencia. De hecho, compartió con mucha gracia cómo conserva una remera que usó el genio del fútbol mundial en aquella visita: cuando Maradona se acercaba hacia la ducha, Eduardo no dudó en pedirle la reliquia que hoy vale más que oro.
Con este recuerdo, la entrevista no se llenó sólo de risas por el recuerdo que quedará para siempre, sino también de emoción. “Vino toda la bendición junta. Yo nunca me imaginé abrir un negocio y que vengan 2000 personas”, comentó uno de los invitados, entre anécdotas de los “milagros maradonianos” que dejó aquella presencia del mejor jugador de la historia. “Esa noche fue una fusión de Regatas y Belgrano. Nadie hizo distinción de nada”, rememoró Kolberg, dando una pintura de la unión de la clásica rivalidad deportiva de la ciudad, que se rindió ante el más grande de todos los tiempos.