MICAELA GARCÍA, LA CAMPEONA QUE GANÓ EN EL CIELO SU LUCHA

Micaela García -violada y asesinada en el año 2017- se convirtió en uno de los casos más emblemáticos en la lucha contra la violencia de género. Familiares y amigos recuerdan la causa con el deseo de multiplicar su valentía, que llegó a convertirse en ley.

El barro de las villas también lloró su muerte. “Paren de matarnos“, insistía, levantando el puño. Soñaba con un mundo sin violencia, portando una sonrisa que tenía sus raíces fijas al corazón. La madrugada del primer domingo de Abril del 2017, el asesinato de Micaela García floreció como un ángel de la guarda para la (casi) justicia de las mujeres argentinas. Años después, su lucha sigue intacta.

Micaela dejó el deporte de lado porque entendía que su trabajo social necesitaba ocupar más giros en las agujas del reloj. Dejó todo. Sus fines de semana ya no eran escenario de milimétricas acrobacias, sudor y miradas atentas de jueces. Se transformaron en horas de piruetas en los pasillos de la Villa Mandarina, en la tierra levantada tras sus pasos y la risa de los ignorados. Cambió los festejos de competencias vistiendo trajes celestes y blancos por los de cumpleaños de chicos que antes de conocerla no sentían más que hambre e indiferencia. El brillo de las mallas se volvió opaco a la par de los ojos de los que la conocieron y disfrutaron. Trasladó y compartió sus aprendizajes de la carrera de educación física con los sin nombre, con los sin techo, con los descuidados por los que prefieren no mirar hacia los costados. Mientras las grandes cadenas de televisión se preocupaban por debatir sobre el torneo destacado del calendario, Micaela apuntaba con su risa adonde las cámaras y los políticos de turno no se atreven a poner el foco.

La vida me pegó un cachetazo con su muerte y me enseñó muchísimas cosas“, admite con dolor Micaela Villa, su amiga y compañera en la selección argentina de gimnasia aeróbica. Uno puede imaginar infinitos elementos envueltos en papeles de colores y brillantes moños, tachar los días en el almanaque y desear el producto de moda. Pero el 19 de diciembre del 2018 llegó el mejor regalo que Villa podría haber imaginado: la sanción de la Ley Micaela, que significó un antes y un después en su vida y en la República Argentina. No sólo se conecta con ella por la amistad, sino que su carrera como abogada le permite articularla a sus actividades de la vida cotidiana y levantar -aún con más fuerza- la bandera de la justicia.

Sebastián Wagner sació sus deseos criminales con complicidad de la justicia. “Fue por ausencia del Estado que Micaela terminó así”, cuenta su amiga. Un domingo a la madrugada se conoció la triste noticia que podría haber sido evitada con un poco de sentido común. El viernes anterior al hallazgo del cuerpo sin vida, una comisaría zonal recibió la advertencia de los padres de una menor acerca del comportamiento de Wagner; sin embargo, la ausencia de un fiscal de turno dejó pasar la situación. Las pericias psicológicas del equipo de profesionales del servicio penitenciario que lo evaluó -mientras cumplía parcialmente tres condenas por delitos de índole sexual- sólo significaron papeles impresos en el escritorio del juez Carlos Rossi, quien desestimó la gravedad de su conducta. Decidió la libertad de Sebastián Wagner y condenó los sueños de Micaela García. Permitió que él transitara las calles con la tranquilidad que pocas mujeres pueden hacerlo. La justicia pagó con sangre su avaricia e ineficacia. El costo que implicaba el exámen de ADN en tierras alemanas -puesto que el criminal tiene un hermano mellizo, con quien comparte patrones genéticos muy fuertes- fue pagado por Micaela. “Es inhumano que lo dejen libre”, lamenta su amiga, a tres años del crimen.

En enero del 2019 se dio el paso final para que la ley que propuso la familia de la deportista se hiciera efectiva a través de la promulgación. La misma surge de un bloque de once propuestas, de las que finalmente se tomó sólo una. Su motor principal es la empatía. En lo fáctico, propone que las personas que trabajan en los tres poderes del Estado reciban capacitaciones obligatorias en temáticas de género y violencia. Es transversal, abarcando los niveles ejecutivo, legislativo y judicial. Todos los funcionarios públicos de la Argentina deben recibir su contenido, contemplando importantes sanciones en caso de negarse a tomar el curso. Un homenaje tardío pero necesario para la lucha que ella emprendía.

El objetivo de la Ley Micaela está fijado en llenar los espacios vacíos de empatía a la hora de asistir a las mujeres que padecen violencia de género, una materia pendiente del Estado argentino que sigue cobrando víctimas y renovando los rostros en carteles de búsquedas de paraderos. No se trata sólo de brindar sanciones legales acordes sino de generar cadenas de contención que accionen como freno y calma ante un padecimiento que parece no cesar. Sabiendo que la ley no resulta suficiente, familiares y amigos continúan la lucha a través de la Fundación Micaela Garcia “La Negra.

Realmente era una militante social y era también una militante contra la violencia de género. La última vez que hablé con ella fue unos días antes de que la asesinaran. Ella misma me estaba comentando que para el día de la mujer estaba organizando una feria de mujeres trabajadoras. Fue un golpe grande para mí”, recuerda Micaela Villa, en consonancia con la vinculación a su deseo de revertir un panorama de injusticias que sumó a su amiga al creciente número de víctimas del sistema patriarcal. Su única esperanza -conociendo desde adentro el accionar judicial argentino- es la renovación generacional de los distintos estratos estatales o una utópica deconstrucción de quienes los conforman. Sabe que la Ley Micaela es un paso más del largo recorrido que se necesita para una realidad sin luto femenino.

Micaela Villa elige recordarla como la conocía: una chica muy empática con los demás. Lamenta lo difícil que le resulta alejarse de los siete días de incertidumbre que vivieron durante la búsqueda pero insiste con recordarla lo mejor posible, junto a todo lo que provocó. “Es una mezcla de sensaciones… es un orgullo que ella se haya convertido en esto, la forma que eligió para llevar su vida”, manifiesta con cariño.

Micaela García hoy no tiene entrenamientos. No tiene planes para hacer felices a los chicos de las villas que esperan su abrazo. Su cara acompaña marchas y recuerdos empañados. El cielo -ganado con creces- es su nuevo escenario. Quizás ahora un gimnasio donde puede estar practicando alguna rutina que hacía cuando entrenaba en la selección argentina de gimnasia, cuando creía que otra realidad era posible, cuando su oxígeno no dependía del deseo de Sebastián Wagner ni del antojo del juez que lo liberó. A tres años del asesinato, Micaela se convirtió en el rostro más representativo del deseo colectivo de “ni una menos“. Su trofeo más importante lo ganó con lucha, aunque para eso fue necesario el dolor.

Si sufrís o sabes de alguien que padezca violencia de género, contacta a la línea gratuita de asistencia 144. En caso de emergencia, no dudes en llamar al 911.

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